ACOMPAÑAMOS A CUARTO GRADO QUE ESTÀ TRABAJANDO CUENTOS DE HUMOR
"LA RISA ES EL SOL QUE AHUYENTA EL INVIERNO DEL ROSTRO HUMANO"
..." el humor es mucho más que un divertimento: es también un
modo de pensar muy fructífero y cuestionador de los valores y pareceres con los que “funciona” una sociedad..."
..."La literatura, siempre atenta a esta idea de pensar e interpretar el
mundo que nos rodea, ha recurrido permanentemente al humor. Ahí
están, por ejemplo, la comedia griega, las sátiras romanas, la picaresca medieval. Y también desde entonces, el humor se fue acomodando
a todos los géneros literarios. A través de lo cómico, lo paródico, lo
satírico, lo irónico o lo grotesco, autores de todos los tiempos y lugares
han retratado los vicios de sus contemporáneos, cuestionado las costumbres y los usos, denunciado el ridículo de ciertas actitudes o lo
paradójico de otras..."
"Hay cuentos que nos emocionan; otros, que nos hacen reflexionar. Están los que presentan casos misteriosos o los que nos dan un poco de miedo. También hay cuentos que nos divierten y nos hacen reír, como “Pobrecito el aguará”.
Este cuento presenta un hecho disparatado: una mujer que adopta como mascota a un aguará, ¡pensando que es un perro! Como no desea desprenderse de él, a pesar de que observa algunas “cosas raras”, vive situaciones inesperadas. Al ver lo que le pasa, sonreímos y esperamos saber cómo va a resolver el problema."
COMPARTIMOS UNO DE LOS CUENTOS DE HUMOR LEÍDOS
Pobrecito el aguará
Bicho buenísimo el aguará-guazú. Medio timidón.
Sin embargo, de él se dicen cosas terribles.
Se dice, por ejemplo, que el aguará-guazú no es un animal sino persona, humano.
Un humano —el séptimo hijo varón de cualquier familia— que
cada tanto, entre vueltas carnero, se convierte en temible lobizón. (…)
Pero son puras patrañas.
¡Qué va a ser lobizón el aguará!
Y se los digo yo que, en mi propia casa del barrio de San Cristóbal, tuve un
aguará-guazú. (…)
Resulta que a mí se me había muerto mi perra.
Y yo estaba tan triste que ni ganas de tomar mate tenía —con lo que me
gusta el mate—; ni fuerzas para sostener la regadera —con lo que me gusta
regar las plantas.
“Si no hago algo, me voy a morir de pena”, pensé. “Necesito un cachorrito”.
Y me fui a M.A.P.A., donde hay gente que abandona perros y gatos, y gente
que va a buscar perros y gatos, porque así es la vida.
Esta vez muchos perros no encontré, es cierto.
Pero en una jaula, solito su alma, con cara de desgraciado, y un cartel que
decía “LAGUNA DE IBERÁ / CORRIENTES” y otro cartel que decía “¡¡NO
DAR!!”, había un cachorrito colorado y orejudo.
El cachorrito me miró y yo lo miré al cachorrito.
Es sabido que soy una persona viva, vivísima. Así que pensé: “A este no lo quieren
dar porque es el más lindo de todos. Sí, sí, cómo no… ¡A mí me van a engañar…!”.
Haciéndome la distraída y tratando de que nadie me viera, me acerqué a la
jaula, arranqué el cartel de “¡¡NO DAR!!” y lo hice un bollito.
Después, abrí la puerta de la jaula, metí la mano y agarré al orejudo.
Enseguida intenté poner cara de señora seria, buena, respetable (me costó
pero lo conseguí) y dirigiéndome a una señorita de blanco, dije:
—Una consulta para el veterinario, si es tan amable.
Pero nunca entré al consultorio del veterinario… (¿y si me sacaban al cachorrito?).
Caminando para atrás, con dos orejas que asomaban de la cartera, me fui
de M.A.P.A.
—¡Oia! ¿De dónde sacaste ese perrito tan raro? —dijeron los aguafiestas de
mi casa al verme llegar lo más contenta.
—Yo no le noto nada raro a “Lobo” —dije yo, completamente ofendida.
—¿“Lobo”? —se rieron los aguafiestas—. Mucho nombre para tan poco perro.
—¡Groseros! —dije yo.
Y con el perrito bajo el brazo, me retiré a mis habitaciones (es decir: a la otra habitación).
¿“Poco perro” habían dicho? Ja, ja…
“Lobo” empezó a crecer y en la casa entraron a mirarlo con respeto.
Y yo tuve que poner en la puerta un cartel que decía “CUIDADO CON EL
PERRO”.
No porque “Lobo” fuera malo, pobre angelito. Sino porque era enorme, bruto,
juguetón… y raro (en esto algo de razón tenían en mi casa).
Cuanto más crecía, más raro era.
Lindo, pero raro.
Lo que más llamaba la atención eran sus larguísimas patas, y también sus
orejas, que él movía de allá para acá y de acá para allá.
El lío grande fue cuando empezó el olor.
Olor siempre había tenido, desde cachorrito.
Pero EL OLOR, lo que se dice EL OLOR… Un olor a tapir, a elefante, a
manada de elefantes, le llegó con el crecimiento.
Y eso que perro más bañado que “Lobo” dudo mucho que exista. Y no solo
en la República Argentina, sino en el mundo entero, se los puedo jurar.
Llegué a bañar a “Lobo” todos los días.
Y probé cuanto producto especial mostraban por la tele.
Pero nada.
Más lo bañaba, más olor tenía a tapir, a elefante, a manada de elefantes.
Fue por esa época que empecé a quedarme sin amigos.
Es cierto que algunos me hablaban por teléfono, pero venir, no venía ni el loro.
La gente de la casa, al principio, aguantó a pie firme.
Porque todos lo querían a “Lobo”, desgracia humana.
Y “Lobo” también nos quería a todos, suerte perra.
Pero después de un tiempo, los de la casa no soportaron más.
Y primero uno, después otro y otro, se fueron en busca de nuevos horizontes. Y nuevos aires.
En casa solo quedábamos “Lobo”, yo y el padre de mis hijos, que a raíz de
una sinusitis crónica tiene poco olfato.
Poco, pero algo tiene.
Por eso un día…
—Volveré cuando él se haya ido —dijo señalando a “Lobo” y con voz gangosa
el padre de mis hijos. (La voz gangosa le venía del pañuelo con que el padre
de mis hijos se tapaba la nariz).
Y entonces nos quedamos solos: “Lobo” y yo.
Y los dos nos pusimos a llorar.
Bueno, la que lloraba era yo. “Lobo” aullaba para el techo, porque traspasando el techo estaba la luna.
Fue justo en ese momento cuando sonó el timbre del teléfono. Era mi amiga
Nora.
—Voy para allá en un taxi —dijo cuando oyó mis llantos, y los aullidos de
Lobo.
—No vas a resistir —le dije llorando a gritos—. El olor te matará y vos sos
mi amiga del alma.
—No será para tanto —dijo ella, la inocente.
ERA PARA TANTO…
Abrí la puerta, “Lobo” corrió a hacerle fiestas a Nora y Nora huyó al baño.
Desde el baño gritó aquello que nunca olvidaré:
—¡¡ESE PERRO NO ES PERRO!! ¡¡ES AGUARÁ-GUAZÚ!!
(¿Debo decir que mi amiga Nora es experta en aguará-guazú de tanto dibujarlos en el zoológico? Está bien, lo digo…).
Cuando me separé de “Lobo”, antes de que él emprendiera viaje hacia la
laguna de Iberá, lloré casi tanto como cuando se me murió mi perra.
Y lo abracé
fuerte —qué me importaba el olor—, y él me abrazó a mí con sus patas larguísimas y me tiró al suelo de puro cariñoso y yo le hice cosquillas en la panza…
Por eso digo: ¡Qué va a ser lobizón el aguará!
Si es bicho buenísimo, y se come los ratones y las víboras que están de más.
¡Ah! Y para aquellos que maten un aguará por miedo o por la pielcita o por
gusto de matar, les dejo esta maldición gitana, que no me acuerdo si la oí, la
soñé o se me ocurrió a mí sola:
“El que mata un aguará
su fortuna perderá…”.
Así que… ¡ojito!
Graciela Cabal,
Cuentos de miedo, de amor y de risa (2008). Buenos Aires: Grupo Editorial Norma.
PARA SABER MÀS
"Para lograr que un cuento sea humorístico, generalmente se utilizan una serie
de recursos. Por ejemplo:
• Los juegos de palabras: “Porque todos lo querían a «Lobo», desgracia humana. Y «Lobo» también nos quería a todos, suerte perra.”
• Las repeticiones: “El cachorrito me miró y yo lo miré al cachorrito.”
• El contraste: “Mucho nombre para tan poco perro.”
• Las expresiones exageradas: el olor de “Lobo” es “UN OLOR a tapir, a elefante,
a manada de elefantes.”
• Las situaciones disparatadas o absurdas: la protagonista “se aferra” a su mascota maloliente, a tal punto que los amigos dejan de visitarla y su marido se va
de la casa.
• La inversión de situaciones: la protagonista desobedece un cartel indicador
y se lleva el cachorro “prohibido” porque piensa que este la va a hacer feliz;
pero por el contrario, le complica la vida."
Fuente: http://sm-argentina.com/wp-content/uploads/2018/unidadesmodelo/NODOS_MANUAL_5_LEN_FED.pdf